La inteligencia artificial reportará grandes beneficios para la humanidad. Pero, ¿realmente queremos confiar esta tecnología revolucionaria solamente a un pequeño grupo de empresas tecnológicas de EE. UU.?

La zona de Silicon Valley ha producido una gran cantidad de decepciones morales. Google retiró su compromiso de "no ser malvados" antes de despedir a su ético estrella. Elon Musk, autodenominado "absolutista de la libertad de expresión", compró Twitter para censurar el discurso político, tomar represalias contra periodistas y facilitar el acceso de los propagandistas rusos y chinos. Facebook mintió sobre cómo permitió la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de EE. UU. en 2016 y pagó a una empresa para culpar a Google y George Soros en cambio.

Estos y otros problemas éticos deben hacernos reflexionar si deseamos que las compañías de tecnología adquieran más habilidades para aprender nuestros detalles personales e influir en nuestras decisiones diarias. Las compañías de tecnología ya pueden acceder a nuestro paradero diario y búsquedas en línea. Los dispositivos digitales monitorean cada vez más aspectos de nuestras vidas: tenemos cámaras en nuestros hogares y sensores de ritmo cardíaco en nuestras muñecas que envían lo que detectan a Silicon Valley.

Ahora, los gigantes tecnológicos están desarrollando sistemas de IA cada vez más poderosos que no solo lo monitorean, sino que realmente interactúan con usted y con otros en su lugar. Si buscar en Google en la década de 2010 era como ser observado desde una cámara de seguridad, entonces el uso de IA a fines de la década de 2020 será como tener un mayordomo. Lo incluirá voluntariamente en cada conversación que tenga, todo lo que escriba, cada artículo que compre, cada deseo, cada miedo, todo. Nunca olvidará. Y, a pesar de su dependencia de él, estará trabajando subrepticiamente para promover los intereses de una de estas corporaciones con fines de lucro.

Hay una razón por la cual Google, Microsoft, Facebook y otras grandes compañías de tecnología están liderando la revolución de la IA: construir un modelo de lenguaje grande y competitivo (LLM) como el que impulsa ChatGPT es increíblemente caro. Requiere más de $100 millones en costos computacionales para una sola ejecución de entrenamiento del modelo, además de acceso a grandes cantidades de datos. También requiere experiencia técnica, que, aunque cada vez es más abierta y disponible, sigue estando altamente concentrada en un pequeño grupo de empresas. Los esfuerzos por interrumpir el oligopolio de IA financiando nuevas empresas son contraproducentes, ya que las grandes tecnológicas obtienen ganancias de los servicios de computación en la nube y los modelos de IA que impulsan esas nuevas empresas y a menudo terminan adquiriéndolas.